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Estrés y deshidratación: una conexión silenciosa que impacta en tu bienestar

La relación entre lo que bebemos y cómo manejamos el estrés


El estrés es uno de los grandes protagonistas de la vida moderna. Lo vinculamos a largas jornadas laborales, a la falta de descanso o a las presiones emocionales del día a día. Sin embargo, pocas veces lo relacionamos con algo tan básico como la cantidad de agua que consumimos a diario.


Un estudio reciente de la Liverpool John Moores University demostró que las personas que beben menos de 1,5 litros de líquido por día presentan niveles de cortisol –la llamada “hormona del estrés”– hasta un 50 % más altos frente a situaciones estresantes, en comparación con quienes mantienen una hidratación adecuada.


¿Por qué ocurre esto?


El cuerpo humano está compuesto en su mayoría por agua, y cada célula necesita de ella para funcionar correctamente. Cuando existe deshidratación, incluso en niveles leves, se activan respuestas fisiológicas de alerta:


  • El cerebro percibe la falta de agua como un factor de amenaza.

  • Se incrementa la producción de cortisol para mantener el equilibrio interno.

  • Esta sobrecarga hormonal aumenta la sensación de tensión, ansiedad y cansancio.


Lo más preocupante es que muchas personas no sienten sed con claridad, por lo que la deshidratación puede pasar desapercibida mientras potencia la respuesta al estrés.


Impacto en la salud física y emocional


La investigación advierte que esta reacción no se limita al plano psicológico:


  • Corazón: la deshidratación puede elevar la frecuencia cardíaca y la presión arterial, aumentando el riesgo cardiovascular.

  • Cerebro: se afectan la concentración, la memoria y la capacidad de tomar decisiones bajo presión.

  • Emociones: la fatiga y la irritabilidad se acentúan, generando un círculo vicioso entre estrés y hábitos poco saludables.


Hidratarse como estrategia de autocuidado


La gestión del estrés requiere de múltiples herramientas, y una de las más simples y accesibles es beber suficiente agua cada día. Algunas recomendaciones prácticas:


  • Establecer horarios de hidratación, más allá de la sensación de sed.

  • Complementar con infusiones, frutas y verduras con alto contenido de agua.

  • Reducir el consumo excesivo de bebidas azucaradas o con cafeína, que pueden deshidratar.

  • Usar recordatorios o aplicaciones para registrar la ingesta diaria de líquidos.


Una invitación a repensar el bienestar


El mensaje es claro: la hidratación no es solo un hábito físico, es también una estrategia emocional. Cada vaso de agua es una forma de cuidar tu mente, tu corazón y tu equilibrio diario.


Cuidar lo esencial es también prevenir el desgaste invisible que genera el estrés.

 
 
 

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1 comentario


Gracias!!! Hay que tenerlo siempre presente!!!!

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